Este espacio procura servir como un ámbito de reflexión para alcanzar propuestas factibles que promuevan un orden mundial cuya prioridad fundamental sea garantizar el bienestar colectivo del conjunto de la humanidad.
Hay un diagnóstico claro: la realidad de nuestro tiempo presente es profundamente injusta. Por ello la brújula que orienta la acción de este espacio es contribuir a su transformación positiva, es decir trabajar por una realidad que cuya característica sea la inclusión, el respeto mutuo, la prosperidad colectiva y la cooperación genuina.
Los dos niveles de crisis tienen un mismo origen: la manera en que entendemos nuestra vinculación en el mundo. En el sistema capitalista, la necesidad de sobrevivir y su clivaje éxito/fracaso nos han empujado a una forma vincular basada en el temor al “otro”, en tanto representa una amenaza a la propia existencia y capacidad de ser “alguien”. A su vez, llegar a ser reconocido como “alguien” implica tácitamente tener que “ser mejor que el resto”, por lo que aflora la comparación , la competencia, el juicio y el conflicto.
Por ende, la crisis subyacente a la crisis multimensional que se expresa a nivel global y personal es una crisis de vincularidad. Podemos discernir cuatro formas vinculares en nuestra existencia: 1) hacia nosotrxs mismxs, cuerpo y mente, emociones y pensamientos, sentir y pensar, 2) para con otras personas, los otros; 3) para con el ambiente que nos rodea, flora, fauna y mineralia; y 4) entre comunidades humanas, es decir, identidades colectivas, como por ejemplo los Estados-nación, identidades colectivas, ONG’s, etc.
Todo esto abre la pregunta: ¿qué podemos hacer para sanar, individual y colectivamente, y así vincularnos unxs con otrxs desde una emocionalidad distinta al temor? Desde esta pregunta emerge este espacio, con la decisión de hallar aquellas posibilidades que puedan trazarnos un camino de cooperación, armonía y bienestar.
Para ello, resulta necesario comenzar a integrar los diferentes compartimentos estancos que fueron separándose a partir del siglo XVIII en disciplinas cada vez más específicas y desconectadas entre sí. A su vez, resulta necesario traer conocimientos espirituales, filosóficos y políticos y ponerlos a dialogar con los paradigmas científicos, tanto el actual —newtoniano— como también el que está en ciernes, el paradigma de la conexión —o cuántico—.
Así, llegamos a la Era de la Integración: todo es parte de un mismo lienzo y tenemos que descifrar sus claves para así alcanzar un nuevo paradigma de la vinculación que tiña de esperanza el horizonte de las generaciones futuras de la humanidad.
Una sola salud: reconocernos Uno
La instancia en que volcamos nuestra atención hacia una cuestión en particular.
La forma en que somos impactados por esta cuestión nos impulsa a cuestionarla.
Nos volcamos a proponer una posibilidad alternativa.
Y la hacemos circular con quienes sentimos.
Entonces pueden darse los espacios para la coincidencia y el trabajo conjunto.
Hasta plasmar en la realidad aquello por lo que soñamos.
Si nos sobreponemos a él, podremos ser felices”.
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